Concretar el grupo humano desde los
más remotos tiempos fue el resultado de un largo proceso, iniciado cuando
determinadas de personas comenzaron a
juntarse para acrecentar su seguridad, ante el sentimiento del peligro de vivir
en un medio hostil y el descubrimiento de “no estoy solo, hay otro u otros”.
Podemos imaginar estas primeras relaciones sin tener presencia física ni
documental, del mismo modo que la física intuyó leyes como de la gravedad, las
fuerzas electromagnéticas, las fuerzas fuertes y débiles que rigen el mundo de
las grandes masas y el atómico, sin ver
el átomo ni el Big Ban. Así pensamos que
en ese acercamiento por el impulso a la asociación, surgió la norma, reglando para cada situación humana las pautas para en armonía
y mutuo respeto convivir en las diversas actividades individuales o colectivas.
¿Cuáles?
Podemos pergeñar que la
primera fue “No te haré nada que no
deseo que tu me hagas a mi”, regla de oro que aparece en siete religiones surgidas
en distintas áreas geográficas de la
Tierra, y que por orden alfabético detallamos: 1) Cristianismo: Hagan por los demás,
lo que queremos que los hombres hagan por nosotros 2) Budismo: No ofendas a los demás como no quisieras verte ofendido
3) Brahmanismo: No hagas a otros lo
que te dolería si te lo hiciesen a ti. 4)
Confucianismo: No debemos hacer a los demás lo que no deseamos que nos
hagan a nosotros 5) Islamismo:
Ninguno será verdadero creyente a menos que desee para su hermano lo mismo que
desea para sí mismo. 6) Judaísmo: Lo
que no quieres para ti, no lo quieras para tu prójimo. 7) Taoismo: Sean para ti como tuyas las ganancias de tu prójimo y
como tuyas todas las pérdidas. Que además vemos expresadas también por hombres
de diferentes épocas y etnias en el libro “La filosofía Perenne” de Aldous
Huxley
Y cuál era eso que a pesar de estar normado, se quebranta desde
los más lejanos tiempos:
1) Aceptar que cada derecho deviene
de un previo deber.
2) Aceptar las opciones del otro,
del que emerge el derecho a la libertad.
3) Aceptar el deseo de vivir del
otro, del que emerge el derecho a la vida.
4) Aceptar que lo cada uno hizo,
encontró, realizó no es propio del autor, del que emergerá el derecho a la
propiedad.
5) Aceptar que cada uno resuelva como
estar mejor., del que emerge el derecho a la búsqueda de la felicidad.
Estos principios los sentían
los primeros hombres como propios y además lo veían que los niños los empleaban,
en sus juegos donde cada uno quería optar por hacer lo que deseaba, que cada
uno se defendía si era atacado por el otro, donde cada uno sentía como propio
el caracol, la piedra o el animalito encontrado o la montaña de tierra que sus
manos habían hecho, como también que cada uno de los pequeños tenía una forma
de ser feliz, caminando, subiendo a un árbol, cazando o mojándose en las aguas
cercan as.
Estos principios devenidos en
derechos inalienables entre las personas, también los observaban en los
animales, que por su libertad andaban por donde querían o escapaban de los
cercos de piedras o maderas donde estaban prisioneros, que defendían su vida ante el depredador, o
echaban a aquel que invadía su nido o que deseaba ocupar su habitad, y por
último los animales mostraban en sus conductas apetitivas una preferencia en encontrar
lo placentero., en síntesis los animales mostraban una conducta preferida para
vivir.
También en tiempos pretéritos cuando
una tribu conquistaba a otra, los vencidos tenían no ya los derechos
inalienables, sino los que devenían del contrato social impuesto, que les
imponía a los hombres ser eslavos, a las mujeres ser mancebas y a los bienes
ser de los vencedores, debiendo contentarse con lo pocop que se les de.
Tenemos así dos formas de gobierno,
los que respetan los Derechos inalienables; siendo dirigidos primero por
caciques, venerables y ahora por estadistas y políticos con mayúsculas que
proveen mejor calidad de vida a las comunidades (Reducida burocracia, buena
moneda, bajo desempleo, baja tasa de pobreza e indigencia, baja natalidad, alta distribución de la
riqueza, atención a la salud y la educación, óptima estructura productiva y
tecnológica, y creadora de riqueza). Por ejemplo EE.UU. Canadá, Nueva Zelanda,
Australia, Chile y muchos países de la
Unión europea, dirigidos por gobiernos representativos,
federales y republicanos que en resumen
crean un círculo virtuoso, o círculo de los fabricantes de riqueza por tener
límites rn el ejercicio del poder.
Por el otro lado tenemos los
gobiernos que no respetan los derechos inalienables y se rigen por los
derechos que el Estado por Contrato social les otorga a los ciudadanos,
dirigidos por demagogos o políticos con minúsculas que generan baja calidad
ciudadana para sus sociedades (Gran burocracia, mala moneda, alto desempleo,
alta tasa de pobreza e indigencia, alta tasa de natalidad y mortalidad
infantil, magra distribución de la riqueza, pobre o nula atención al educación
y a la salud, deficiente estructura productiva y tecnológica, pobre creación de
riqueza) . Por ejemplo nuestra República Argentina, con casi toda América
Central y del Sud y África, dirigidos por gobiernos demagogos, centrales y
autoritarios, que en resumen gestan un círculo vicioso de fabricantes de
miseria por falta de límites al poder que anula la capacidad creadora de las personas.
Gobiernos que a la indisoluble díada poder-sociedad, la llamaron
Estado-sociedad para de manera subliminal al escribirlos el primero con
mayúsculas y el segundo con minúsculas, maximizan al primero y minimizan al
segundo, hecho que en el lenguaje no se da en las comunes díadas
médico-paciente, esposo-esposa, maestro-alumno, proveedor-cliente, volviendo a
los presidentes de las repúblicas en Reyes por mandato devenido del Contrato
Social de Rousseau o de los derechos de los déspotas al decir de Hobbes.
Los derechos inalienables son fruto
de la naturaleza humana, negar esa fuente y actuar contra sus postulados al
derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la búsqueda de la
felicidad, es coartar la calidad de vida de los ciudadanos invocando
derechos que no emergen de un deber, pues como muy bien escribió Alexis Carrell
“Nuestros
antepasados de la
Revolución Francesa creían sinceramente en la existencia de
los derechos del hombre y del ciudadano. No sospechaban que tales derechos
nunca han sido comprobados por la observación, son tan sólo construcciones del
espíritu. En verdad, el hombre no tiene derechos pero tiene necesidades. Estas
necesidades son observables y mensurables. Para el éxito en la vida es
necesario que sean satisfechas”. Pero lamentablemente los demagogos de ayer y
de hoy los pisotean fabricando pobreza en la vida de la ciudadanía.