El accionar de los
productores de bienes y servicios para el mercado y de los burócratas
partidarios es marcadamente distinto. Vayan unos ejemplos comparativos, donde
en primer lugar está señalado el accionar de la mayoría de la Alta dirección y los gerentes
de las empresas a los que denominamos “directivos”
y en segundo, el actuar de esa mayoría de los políticos en función pública,
a los que nombramos “burócratas”:
1º) mientras en una
empresa los directivos productivos recorren
cada vez más las áreas de producción, los burócratas improductivos recorren ciudades de distintos países;
2º) los
directivos establecen diálogos con la gente; los burócratas usando los
celulares hablan con aquéllos con los que pueden sacar una diferencia;
3º) los directivos buscan por concurso los más idóneos para
integrar sus equipos: los burócratas buscan
acomodar a familiares, amigos y amigas;
4º) los directivos capacitan a sus empleados; los
burócratas se capacitan en crear impuestos que alimenten sus sueldos;
5º) los directivos achican las cadenas de mando; los burócratas
acrecientan los ñoquis: un ex ministro
antes de regresar a su casa, por el 2001
premió con un sueldo de u$s 3.000, a cada uno de sus tres choferes;
6º) los directivos eliminan gastos innecesarios; los
burócratas inventan tasas que encarecen la producción;
7º) los directivos escuchan a los clientes y se preparan desde un inicio para jubilarse
con más de cuarenta años de servicio y 65 de edad; los burócratas buscan el puesto para luego de unos pocos
años tener una jubilación de privilegio.
En síntesis, los
directivos crean no sólo bienes y servicios sino puestos de trabajo, procurando
la felicidad de los clientes, mientras que los burócratas crean trabas a la
producción y esquilman al electorado al que además mil veces le mienten. (Recordemos
esto que dijeron: “El que apuesta al dólar, pierde” o “el que puso dólares
recibirá dólares”, o “el que compraba
diez vasos, podrá comprar diez vasos, los depósitos son intangibles”).
En otras palabras, las fuerzas productivas
tratan de ofrecer productos, servicios y entretenimientos de calidad al menor
costo, mientras la mayoría de los
políticos en función pública con su labor no ayudan a la mayor libertad de los
ciudadanos, a la defensa de la propiedad privada, a la seguridad, a la salud y
a la educación. No apuntan al bien común sino al bien propio, sin preocupación
de los costos, a punto tal que la cuarta parte de los mejores remunerados del
país se encuentran en la administración pública, pues se acrecentó el número de
agentes y de organismos innecesarios, para la producción de algo así como más
de 200 burócratas incorporados por día.
Ya lo
señalaba Ortega y Gasset en “Mirabeu o el político”: el Político con mayúsculas
trabaja para que la máquina de la
Nación opere para el crecimiento de la Nación; el político
con minúsculas opera para que los habitantes de la Nación trabajen para él,
sus familiares de sangre y políticos, ex esposas, y allegados; en otras
palabras es un “neofeudal” que esquilma al pueblo para su beneficio y el de sus
allegados, cortesanos y bufones.
Dos muestras más de esta iniquidad: la primera,
la interminable lista de secretarías, direcciones, subdirecciones de organismos
oficiales que obra en la guía amarilla
de teléfonos, que revela la gran legión burocrática que, como ejército de ocupación, impide el
desenvolvimiento de los ciudadanos. La segunda se ve recorriendo la propia casa u oficina donde se encontrarán
que todas las cosas y servicios son frutos del capital privado como:
remedios, electrodomésticos, artículos
para el hogar, mobiliario, luces, pinturas, puertas, ropa, accesorios, libros,
discos, decorados, teléfonos, fax, computadoras, posibilidades de internet,
etc. y ninguna producto de una ley o
decreto gubernamental. Esa lista
debe acortarse con una verdadera reforma del Estado.
Para ver qué dieron los políticos con minúsculas, basta ver los impuestos que obran en las facturas de servicios,
recuérdese el IVA o que la nafta vale aquí, por gravámenes, más del doble que
en Estados Unidos, o que por no recibir seguridad se paga vigilancia
particular, o que para tener atención de salud muchos tienen su propia prepaga,
o que ante la fallas en lo educativo se
envían los hijos a escuelas o colegios privados.
No será hora, como quería Tocqueville, de limitar al parlamento, como se
había limitado al rey. Mientras tanto es necesario que los señores
parlamentarios trabajen como los gerentes, con una o dos secretarias que la
empresa les provee. No es posible que dividiendo el número de agentes de planta
permanente y transitoria por el de legisladores, nos dé un valor no menor de 50
agentes por parlamentario, pues ese número de personas ñoquis, choferes o
peluqueros, jamás se da en el sector privado, pues no hay empresas con esa
cantidad de gente destinada a no dar servicio alguno y menos a incrementar el
valor de lo que han recibido, y menos aún para peinar a los directivos.
El presidente, el vicepresidente, los parlamentarios, los ministros, los
secretarios, los subsecretarios no están para impulsar actos “legales” pero
“ilegítimos”, para asignarse la suma del
poder público, el incremento de impuestos y leyes o transferir a las generaciones futuras las
deudas públicas contraídas por y para sostener la gigantesca burocracia.
Olvidando que existen para crear leyes que faciliten la producción y la
prestación de servicios.
No están tampoco para buscar
consenso para distribuirse sillas ministeriales, sino para tener sensibilidad
para percibir el reclamo de la sociedad.
Además, están para gobernar los 365 días del año, sean del poder
ejecutivo, legislativo o judicial, todos los años que cubre su período. Período
y silla a la que ellos se postularon para trabajar en pos de los demás. En
una nación donde muchos ciudadanos laboran 12 o 14 horas diarias, no hay – para
los burócratas - cabida para vacaciones de verano e invierno, como no hay
cabida a un aguinaldo, que es un premio para los que trabajan y producen.
Quienes no estén dispuestos a trabajar sin pausa ni descanso todos los
días de su mandato en el país, que no se postulen, que se queden en sus casas
amasando los únicos ñoquis que tanto les apetecen. Este es el mandato que las
fuerzas morales de la Nación
deben imponer a las torpes que la están matando.
Para no llegar a este final en el campo biológico está la medicina, y en
el campo social los “estadistas visionarios” con mayúscula que sacan a la
sociedad de la postración, con ideas y acciones que incrementan las fuerzas
creativas de la
Nación. Líderes que no hacen grandes cosas, sino que hacen
que los demás hagan grandes cosas. Máxime que los burócratas que viven de los
impuestos al mercado, no vacilan de usar todo cuanto el mercado ofrece,
mientras que los que forman el mercado no pueden tomar los bienes de la
burocracia (aviones, vehículos, teléfonos, secretarias, peluqueros, asesores,
pasajes en distintos medios).
A pesar de todo lo señalado son numerosas las personas que, descalificando
la actuación gubernamental de todos los niveles nacionales, provinciales y municipales, simultáneamente pugnan por ser
agentes del gobierno, y lo peor es que
sus críticas más feroces son contra las empresas privadas, verdaderos sostenes
de su bienestar, hecho que deviene desde 1916, se acrecentó en 1946 y subió
superlativamente desde el año 2003.