Publicado en la revista digital Enfoques Positivo Ediciión 491, del 7 de diciembre de 2012
A pesar que llevamos 64 años de Derechos Humanos,
millones de personas han sufrido y sufren
persecución, tormento, muerte por raza, color, sexo, idioma, religión,
condición política, estado económico, posesión de bienes; como también no
respeto a la vida, a la libertad, a la seguridad, al no reconocimiento del
derecho de presunción de inocencia, condenas por actos u omisiones no contemplados por el derecho
nacional o internacional en el momento de su realización; o sufren impedimento
para salir o regresar a su país, o están privados de expresar ideas.
Es más millones de seres tampoco
tienen la propiedad, ni la seguridad social, ni atención a su salud, al
bienestar para sí y la familia, ni alimentación, vestido, vivienda,
asistencia médica, servicios sociales; por más que esos “derechos” figuren en distintos artículos de esa “Carta
Magna de la Humanidad”, cuyo articulado
luego fue incrementado con la de declaración de la Naciones Unidas de los
derechos de las Mujer y del Niño. Declaraciones que tampoco sirvieron en el
primer caso para que la mujer no fuera presa del “tráfico de blancas” o señuelo
sexual en las propagandas, y en el segundo no
sirviera para que millones de infantes salieran de la pobreza, la indigencia
o fueran parte de la prostitución infantil o integrantes del narcotráfico o de
la búsqueda de minas o los soldaditos de regímenes totalitarios.
Son 64 años por cuanto el 10 de diciembre de 1948 las
Naciones Unidas los proclamaron en Francia
con fundamentos de Rousseau de i) igualdad, libertad y solidaridad de
las personas, ii) de que la voluntad de
la mayoría era la voluntad general y
representante de la verdad, y
iii) que los derechos de los ciudadanos derivaban del “contrato social”; ideas
con las cuales equivocadamente Kant coincidió. En otras palabras en este pensamiento franco alemán, los derechos del hombre devienen de los
derechos del Estado o Razón de Estado.
En ese
mismo plazo, muchos países siguieron otra línea, la del pensamiento “anglo-norteamericano” iniciado con las
ideas de Locke que los gobiernos nacen
con el fin de proteger los derechos inalienables de las personas a la
vida, la libertad, la propiedad y la
búsqueda de la felicidad. Y que son anteriores al Estado y por ende son los
ciudadanos los que le ponen límites al poder. Doctrina seguida en la
Declaración de la Independencia de EEUU en 1776, y en nuestra Constitución de
1853/60, los cuales mientras aquí no se
avasallaron, llevaron a nuestra Nación a estar entre séptima y décima en el
mundo, y al no cumplirlos obtuvimos altos niveles de pobreza
y la indigencia, lacras desconocidas en la República Argentina de 1880 a 1912.
La lectura de los derechos y garantías establecidos en la Constitución Nacional,
nos muestra que en 1853, nada menos que 95 años antes, los padres de la Patria Argentina:
Alberdi, Sarmiento, Mitre y Urquiza contemplaron todos los Derechos Humanos
establecidos por la ONU
en 1948.
Estos 64 años de
derechos humanos, nos muestran que
naciones como Alemania, Taiwan, Singapur, Eslovaquia, Chile y
Botswana que no se preocuparon por
ellos, pero si por respetar a sus habitantes en sus necesidades inalienables a
la vida, la propiedad, la libertad y la búsqueda de la felicidad, tuvieron como
resultado: reducida burocracia, buena
moneda, bajo desempleo y pobreza, junto
a altas tasas de ahorro por habitante,
distribución de la riqueza, atención a la educación y la salud; óptima su
estructura productiva de bienes y servicios, alta la tecnología y buena
creación de riqueza, promoviendo así alta calidad de vida de sus ciudadanos. Porque las
personas son atendidas en sus necesidades
por sus prójimos (próximos) y no por la mano de un siempre lejano Estado
Benefactor.
Pues como Alexis Carrell
escribió en su libro “La
incógnita del hombre: “En verdad, el
hombre no tiene derechos pero tiene necesidades. Estas necesidades son
observables y mensurables. Para el éxito en la vida es necesario que sean
satisfechas. El derecho es un principio filosófico (abstracto); la necesidad,
un concepto científico (corroborable)”
Esta realidad
también se ve en las góndolas de los mercados, en las páginas de los catálogos
y en las hojas amarillas de las guías telefónicas, donde no encontramos un solo
artículo que haya sido creado para los ciudadanos siguiendo la Declaración de
los Derechos Humanos, mientras en las facturas de los servicios tenemos, por
intervención del Estado existen tasas y porcentajes de impuestos que pagan no
solo los que están por arriba de la línea de pobreza sino también aún todos los pobres, los indigentes, los
cartoneros, los jubilados y los miles de personas que viven de sus
changas.
En otras
palabras la riqueza que mejora en el mundo la calidad de vida de las personas
no la crean las letras de los decretos ni leyes, sino los productos y servicios generados por ideas provenientes de millares de seres
que pensaron en satisfacer las necesidades
humanas tanto fisiológicas, como de seguridad, sociales, autoestima,
estéticas y valores
En la columna Correo de La Prensa del 8-12-2012 se publicó este extracto:
Derechos
protegidos
Señor director:
A pesar que llevamos 64 años de Derechos Humanos,
millones de personas han sufrido y sufren
persecución, tormento, muerte por raza, color, sexo, idioma, religión,
condición política, estado económico, posesión de bienes; como también no reconocimiento
del derecho de presunción de inocencia, condenas por actos u omisiones no contemplados por el derecho
nacional o internacional en el momento de su realización.
Son 64 años por cuanto el 10 de diciembre de 1948 las
Naciones Unidas los proclamaron con fundamentos de Rousseau de: igualdad,
libertad y solidaridad de las personas, la voluntad de la mayoría es voluntad
general y representa la verdad,
y los derechos de los ciudadanos
derivan del “contrato social”. En otras palabras, en este pensamiento franco
alemán, los derechos del hombre devienen de los
derechos del Estado.
En ese
mismo plazo, muchos países siguieron otra línea, la del pensamiento anglo-norteamericano
iniciado con las ideas de Locke que los gobiernos nacen con el fin de proteger los derechos
inalienables de las personas a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la felicidad, que son
anteriores al Estado y por ende son los ciudadanos los que le ponen límites al
poder. Doctrina seguida en la
Declaración de la Independencia de EE.UU. en 1776, y en nuestra
Constitución de 1853//60, las cuales mientras aquí no se avasallaron, llevaron a nuestra Nación
a estar entre séptima y décima en el mundo, y al no cumplirlos obtuvimos altos
niveles de pobreza y la indigencia, lacras
desconocidas en la
República Argentina de 1880 a 1912.