martes, 22 de diciembre de 2015

El accionar del mercado y de la burocracia partidaria


El accionar de los productores de bienes y servicios para el mercado y de los burócratas partidarios es marcadamente distinto. Vayan unos ejemplos comparativos, donde en primer lugar está señalado el accionar de la mayoría de la Alta dirección y los gerentes de las empresas a los que denominamos “directivos” y en segundo, el actuar de esa mayoría de los políticos en función pública, a los que nombramos “burócratas”:

1º) mientras en una empresa los directivos productivos recorren cada vez más las áreas de producción, los burócratas improductivos recorren ciudades de distintos países;
2º) los directivos  establecen diálogos con la gente; los burócratas usando los celulares hablan con aquéllos con los que pueden sacar una diferencia;
3º) los directivos buscan por concurso los más idóneos para integrar sus equipos: los burócratas buscan acomodar a familiares, amigos y amigas
4º) los directivos capacitan a sus empleados; los burócratas se capacitan en crear impuestos que alimenten sus sueldos;
5º) los directivos achican las cadenas de mando; los burócratas acrecientan los ñoquis: un ex ministro antes de regresar a su casa, por el 2001  premió con un sueldo de u$s 3.000, a cada uno de sus tres choferes;
6º) los directivos eliminan gastos innecesarios; los burócratas inventan tasas que encarecen la producción;
7º) los directivos escuchan a los clientes y se preparan desde un inicio para jubilarse con más de cuarenta años de servicio y 65 de edad; los burócratas  buscan el puesto para luego de unos pocos años tener una jubilación de privilegio.

En síntesis, los directivos crean no sólo bienes y servicios sino puestos de trabajo, procurando la felicidad de los clientes, mientras que los burócratas crean trabas a la producción y esquilman al electorado al que además mil veces le mienten. (Recordemos esto que dijeron: “El que apuesta al dólar, pierde” o “el que puso dólares recibirá dólares”, o  “el que compraba diez vasos, podrá comprar diez vasos, los depósitos son intangibles”).

 En otras palabras, las fuerzas productivas tratan de ofrecer productos, servicios y entretenimientos de calidad al menor costo,  mientras la mayoría de los políticos en función pública con su labor no ayudan a la mayor libertad de los ciudadanos, a la defensa de la propiedad privada, a la seguridad, a la salud y a la educación. No apuntan al bien común sino al bien propio, sin preocupación de los costos, a punto tal que la cuarta parte de los mejores remunerados del país se encuentran en la administración pública, pues se acrecentó el número de agentes y de organismos innecesarios, para la producción de algo así como más de 200 burócratas incorporados por día.  

Ya lo señalaba Ortega y Gasset en “Mirabeu o el político”: el Político con mayúsculas trabaja para que la máquina de la Nación opere para el crecimiento de la Nación; el político con minúsculas opera para que los habitantes de la Nación trabajen para él, sus familiares de sangre y políticos, ex esposas, y allegados; en otras palabras es un “neofeudal” que esquilma al pueblo para su beneficio y el de sus allegados, cortesanos y bufones.

Dos  muestras más de esta iniquidad: la primera, la interminable lista de secretarías, direcciones, subdirecciones de organismos oficiales que obra en la  guía amarilla de teléfonos, que revela la gran legión burocrática  que, como ejército de ocupación, impide el desenvolvimiento de los ciudadanos. La segunda se ve recorriendo la  propia casa u oficina donde se encontrarán que todas las cosas y servicios son frutos del capital privado como: remedios,  electrodomésticos, artículos para el hogar, mobiliario, luces, pinturas, puertas, ropa, accesorios, libros, discos, decorados, teléfonos, fax, computadoras, posibilidades de internet, etc. y ninguna producto de una ley o decreto gubernamental.  Esa lista debe acortarse con una verdadera reforma del Estado.

Para ver qué dieron los políticos con minúsculas, basta ver los impuestos que obran en las facturas de servicios, recuérdese el IVA o que la nafta vale aquí, por gravámenes, más del doble que en Estados Unidos, o que por no recibir seguridad se paga vigilancia particular, o que para tener atención de salud muchos tienen su propia prepaga, o  que ante la fallas en lo educativo se envían los hijos a escuelas o colegios privados.

No será hora, como quería Tocqueville, de limitar al parlamento, como se había limitado al rey. Mientras tanto es necesario que los señores parlamentarios trabajen como los gerentes, con una o dos secretarias que la empresa les provee. No es posible que dividiendo el número de agentes de planta permanente y transitoria por el de legisladores, nos dé un valor no menor de 50 agentes por parlamentario, pues ese número de personas ñoquis, choferes o peluqueros, jamás se da en el sector privado, pues no hay empresas con esa cantidad de gente destinada a no dar servicio alguno y menos a incrementar el valor de lo que han recibido, y menos aún para peinar a los directivos.

El presidente, el vicepresidente, los parlamentarios, los ministros, los secretarios, los subsecretarios no están para impulsar actos “legales” pero “ilegítimos”,  para asignarse la suma del poder público, el incremento de impuestos y leyes o  transferir a las generaciones futuras las deudas públicas contraídas por y para sostener la gigantesca burocracia. Olvidando que existen para crear leyes que faciliten la producción y la prestación de servicios.

No están tampoco  para buscar consenso para distribuirse sillas ministeriales, sino para tener sensibilidad para percibir el reclamo de la sociedad. 

Además, están para gobernar los 365 días del año, sean del poder ejecutivo, legislativo o judicial, todos los años que cubre su  período. Período y silla a la que ellos se postularon para trabajar en pos de los demás. En una nación donde muchos ciudadanos laboran 12 o 14 horas diarias, no hay – para los burócratas - cabida para vacaciones de verano e invierno, como no hay cabida a un aguinaldo, que es un premio para los que trabajan y producen.

Quienes no estén dispuestos a trabajar sin pausa ni descanso todos los días de su mandato en el país, que no se postulen, que se queden en sus casas amasando los únicos ñoquis que tanto les apetecen. Este es el mandato que las fuerzas morales de la Nación deben imponer a las torpes que la están matando.

Para no llegar a este final en el campo biológico está la medicina, y en el campo social los “estadistas visionarios” con mayúscula que sacan a la sociedad de la postración, con ideas y acciones que incrementan las fuerzas creativas de la Nación. Líderes que no hacen grandes cosas, sino que hacen que los demás hagan grandes cosas. Máxime que los burócratas que viven de los impuestos al mercado, no vacilan de usar todo cuanto el mercado ofrece, mientras que los que forman el mercado no pueden tomar los bienes de la burocracia (aviones, vehículos, teléfonos, secretarias, peluqueros, asesores, pasajes en distintos medios).

A pesar de todo lo señalado son numerosas las personas que, descalificando la actuación gubernamental de todos los niveles nacionales, provinciales  y municipales, simultáneamente pugnan por ser agentes del gobierno, y lo peor  es que sus críticas más feroces son contra las empresas privadas, verdaderos sostenes de su bienestar, hecho que deviene desde 1916, se acrecentó en 1946 y subió superlativamente desde el año 2003.



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