jueves, 1 de noviembre de 2012

Orígenes de los derechos inalienables




Concretar el grupo humano desde los más remotos tiempos fue el resultado de un largo proceso, iniciado cuando determinadas  de personas comenzaron a juntarse para acrecentar su seguridad, ante el sentimiento del peligro de vivir en un medio hostil y el descubrimiento de “no estoy solo, hay otro u otros”. Podemos imaginar estas primeras relaciones sin tener presencia física ni documental, del mismo modo que la física intuyó leyes como de la gravedad, las fuerzas electromagnéticas, las fuerzas fuertes y débiles que rigen el mundo de las grandes masas y el  atómico, sin ver el átomo ni el Big Ban.  Así pensamos que en ese acercamiento por el impulso a la asociación, surgió  la norma, reglando para cada situación humana las pautas para en armonía y mutuo respeto convivir en las diversas actividades individuales o colectivas.

      ¿Cuáles?  Podemos pergeñar  que la primera  fue “No te haré nada que no deseo que tu me hagas a mi”, regla de oro que aparece en siete religiones surgidas en distintas áreas geográficas de la Tierra, y que por orden alfabético detallamos: 1) Cristianismo: Hagan por los demás, lo que queremos que los hombres hagan por nosotros 2) Budismo: No ofendas a los demás como no quisieras verte ofendido 3) Brahmanismo: No hagas a otros lo que te dolería si te lo hiciesen a ti. 4) Confucianismo: No debemos hacer a los demás lo que no deseamos que nos hagan a nosotros 5) Islamismo: Ninguno será verdadero creyente a menos que desee para su hermano lo mismo que desea para sí mismo. 6) Judaísmo: Lo que no quieres para ti, no lo quieras para tu prójimo. 7) Taoismo: Sean para ti como tuyas las ganancias de tu prójimo y como tuyas todas las pérdidas. Que además vemos expresadas también por hombres de diferentes épocas y etnias en el libro “La filosofía Perenne” de Aldous Huxley  

Y cuál era eso que  a pesar de estar normado, se quebranta desde los más lejanos tiempos:
1) Aceptar que cada derecho deviene de un previo deber.
2) Aceptar las opciones del otro, del que emerge el derecho a la libertad.
3) Aceptar el deseo de vivir del otro, del que emerge el derecho a la vida.
4) Aceptar que lo cada uno hizo, encontró, realizó no es propio del autor, del que emergerá el derecho a la propiedad.
5) Aceptar que cada uno resuelva como estar mejor., del que emerge el derecho a la búsqueda de la felicidad.

Estos principios los sentían los  primeros hombres  como propios y  además lo veían que los niños los empleaban, en sus juegos donde cada uno quería optar por hacer lo que deseaba, que cada uno se defendía si era atacado por el otro, donde cada uno sentía como propio el caracol, la piedra o el animalito encontrado o la montaña de tierra que sus manos habían hecho, como también que cada uno de los pequeños tenía una forma de ser feliz, caminando, subiendo a un árbol, cazando o mojándose en las aguas cercan as.

Estos principios devenidos en derechos inalienables entre las personas, también los observaban en los animales, que por su libertad andaban por donde querían o escapaban de los cercos de piedras o maderas donde estaban prisioneros,  que defendían su vida ante el depredador, o echaban a aquel que invadía su nido o que deseaba ocupar su habitad, y por último los animales mostraban en sus conductas apetitivas una preferencia en encontrar lo placentero., en síntesis los animales mostraban una conducta preferida para vivir.

También en tiempos pretéritos cuando una tribu conquistaba a otra, los vencidos tenían no ya los derechos inalienables, sino los que devenían del contrato social impuesto, que les imponía a los hombres ser eslavos, a las mujeres ser mancebas y a los bienes ser de los vencedores, debiendo contentarse con lo pocop que se les de.

Tenemos así dos formas de gobierno, los que respetan los Derechos inalienables; siendo dirigidos primero por caciques, venerables y ahora por estadistas y políticos con mayúsculas que proveen mejor calidad de vida a las comunidades (Reducida burocracia, buena moneda, bajo desempleo, baja tasa de pobreza e indigencia,  baja natalidad, alta distribución de la riqueza, atención a la salud y la educación, óptima estructura productiva y tecnológica, y creadora de riqueza). Por ejemplo EE.UU. Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Chile y muchos países de la Unión europea, dirigidos por gobiernos representativos, federales y republicanos  que en resumen crean un círculo virtuoso, o círculo de los fabricantes de riqueza por tener límites rn el ejercicio del poder.


Por el otro lado tenemos los gobiernos que no respetan los derechos inalienables y se rigen por los derechos que el Estado por Contrato social les otorga a los ciudadanos, dirigidos por demagogos o políticos con minúsculas que generan baja calidad ciudadana para sus sociedades (Gran burocracia, mala moneda, alto desempleo, alta tasa de pobreza e indigencia, alta tasa de natalidad y mortalidad infantil, magra distribución de la riqueza, pobre o nula atención al educación y a la salud, deficiente estructura productiva y tecnológica, pobre creación de riqueza) . Por ejemplo nuestra República Argentina, con casi toda América Central y del Sud y África, dirigidos por gobiernos demagogos, centrales y autoritarios, que en resumen gestan un círculo vicioso de fabricantes de miseria por falta de límites al poder que anula la capacidad creadora de las personas. Gobiernos que a la indisoluble díada poder-sociedad, la llamaron Estado-sociedad para de manera subliminal al escribirlos el primero con mayúsculas y el segundo con minúsculas, maximizan al primero y minimizan al segundo, hecho que en el lenguaje no se da en las comunes díadas médico-paciente, esposo-esposa, maestro-alumno, proveedor-cliente, volviendo a los presidentes de las repúblicas en Reyes por mandato devenido del Contrato Social de Rousseau o de los derechos de los déspotas al decir  de Hobbes.

Los derechos inalienables son fruto de la naturaleza humana, negar esa fuente y actuar contra sus postulados al derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad y a la búsqueda de la felicidad,  es coartar  la calidad de vida de los ciudadanos invocando derechos que no emergen de un deber, pues como muy bien escribió   Alexis Carrell “Nuestros antepasados de la Revolución Francesa creían sinceramente en la existencia de los derechos del hombre y del ciudadano. No sospechaban que tales derechos nunca han sido comprobados por la observación, son tan sólo construcciones del espíritu. En verdad, el hombre no tiene derechos pero tiene necesidades. Estas necesidades son observables y mensurables. Para el éxito en la vida es necesario que sean satisfechas”. Pero lamentablemente los demagogos de ayer y de hoy los pisotean fabricando pobreza en la vida de la ciudadanía.

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