Publicado en el sitio www.atlas.org.ar de la Fundación Atlas 1853 el 12-05-2016
Para la salud económica de un país es necesario
aplicar los mismos criterios que se emplean para la salud física, que se
concreta con acatamiento de las leyes económicas y no las creencias económicas.
La
relación entre gobernantes y gobernados, desde lo científico, implica para
ambas partes aceptar el respeto a los cuatro derechos inalienables de las
personas, a saber:
1º) El derecho
a la vida garantiza la innata necesidad personal de vivir, posponiendo la
muerte al momento que las fuerzas vitales se agotan. Entre la vida y la muerte
siempre hay un espacio temporal. Por otra parte este derecho implica necesidad
de crecer, de autodefensa y de perpetuarse.
2º) El derecho a la libertad es la expresión
de la necesidad a optar por sí, para vivir como se desea.
3º) El derecho a la propiedad expresa la
necesidad de poseer lo que se siente como adquirido por sí: el caracol que J.
J. Pérez encontró, es de Pérez y los denarios que una cortesana logró por sus
favores, son de ella, como es de ella el bien que adquiera con aquellos
metálicos; esas propiedades no son ningún robo como escribió Proudhon, ni fruto
de ningún despojo, ni el tener de uno es producto de que alguien no tiene.
4º) El derecho a la búsqueda de la felicidad
emerge de la necesidad de pasar del displacer al placer, situación que
fuera bien descripta por Sigmund Freud.
El no respeto de estos derechos inalienables por
parte de los gobiernos, apoyados en
creencias no corroboradas con la realidad, no resuelve problemas como la
desocupación, la pobreza y sus acompañantes (falta de salud, de educación, de
dignidad) y además compromete el futuro de las generaciones venideras.
En cambio los gobiernos que respetan los
derechos inalienables tienen reducida burocracia, habitantes satisfechos, buena
moneda, bajo desempleo, reducidos
niveles de pobreza, alta esperanza de vida, alto nivel de salud, los habitantes
desean permanecer en su país, a la par que los extranjeros desean emigrar a
esos países, muestran una distribución de la riqueza donde los ricos cada vez
son menos ricos y los pobres menos pobres. Y viceversa, son los malos gobiernos
los que alcanzan altos niveles de burocratización, habitantes insatisfechos,
alta desocupación, mala moneda, significativa pobreza y magra distribución de
la riqueza, con las secuelas de desatención de la educación, seguridad y la
salud, las que además formarán parte de un círculo vicioso de incremento de
todas las miserias señaladas para los habitantes del presente y muchas veces
para los generaciones venideras.
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