Es cierto que para saber hacia dónde vamos,
debemos saber de dónde venimos, como muy bien nos enseñó nuestro filósofo
García Venturini. Ello me hace recordar que el 9 de junio de 1956, los
sublevados que intentaron apoderarse del cuartel de La Tablada encontraron su
acceso custodiado por el conscripto Eduardo Yurman, que velaba la entrada al regimiento, no como
voluntario en la carrera de las armas, sino cumpliendo con la ley nacional de
Servicio Militar Obligatorio. Por ello aquella madrugada Eduardo Yurman estaba
allí para cumplir la consigna con lealtad, no permitiendo el acceso de extraños
ni por ende de insurrectos, motivo por el cual recibió la muerte por parte de
las balas de los insurgentes. Acción que
provocó la movilización del cuartel, y
detuvo a quienes los iban a copar, sobre
los que luego cayó la severa ley militar en vigor. De las cuatro fuerzas que mueven
el hacer humano, el miedo, el odio, el
deber y el amor, Yurman sentía el amor a la patria y el odio a los subversivos.
Situación que muchas veces se repitió en nuestro pasado, al
que debemos mirar no para reivindicar la venganza, sino con serenidad
recordando a quienes, con su sangre nutrieron la Patria de hoy. Por eso, a 60
años del infausto suceso cabria recordarlo para cimentar el futuro en la unidad
que establece el Preámbulo de la Constitución Nacional, deseando que los legisladores recojan el dato y sancionen
esa fecha como “Día del conscripto Eduardo Yurman”.
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