martes, 25 de septiembre de 2012

Que nos mueve al riesgo





      Cloto, Láquesis y Atropos eran tres deidades hermanas griegas que tenían permanentes tareas; la primera de hilar, la segunda devanar y la tercera cortar peculiar hilado. Por verlas despreciables en esa labor los gentiles las representaban con figuras de viejas. Sin embargo gozaban de juventud  perpetua  para poder cumplir desde los albores de los tiempos, al presente su permanente obra, contrapuesta a la vida de los hilos que hilaban, devanaban y cortaban. Pues aquellos cordeles no eran otros que los hilos de la vida de cada uno de los hombres

      De estas hermanas, las temidas Parcas, poco se habla en los  mundos generalmente se los jóvenes, como tampoco tratan entre tantas cosas que no hablan del riesgo.

      Muerte y riesgo no se mencionan, no se analizan, sin embargo con ellas se juega. Ejemplos al canto, los once deportistas que por un alud perdieron la vida en su intento de escalar el monte Everest en Nepal, posibilidad de accidente que había sido denunciada días atrás por un periodista, jugaron con la muerte y riesgo los estudiantes madrileños que dieron muerte a un pobre trabajador barrendero en Madrid en la parada de un colectivo; jugaron ese día y lo pensaban repetir en la fecha en que fueron detenidos.

      Juegan con el riesgo esos motociclistas que pasan raudos entre los colectivos, que se cierran; lo hacen los corredores de Fórmula I, como los de las II o IV y los automovilistas que pasan autos en las curvas de las rutas; o los equilibristas que cruzan hilos tendidos en las carpas de los circos o entre altos edificios; y lo juegan los clavadistas desde los riscos.

      La lista es larga como corta es la explicación de la razón, la fuerza, el impulso que conduce a actuar con riesgo, bajo peligro, en proximidad de algún daño o producirse un mal. La palabra la tiene la psicología, que nos señala, en  primer lugar que actuamos llamados por los impulsos contrapuestos, el Eros de la vida y el de Tánatos muerte, el primero busca el placer, el segundo el regreso al estado orgánico. Ambos impulsos se presentan en la agresión, pero esta agresión, en los casos del arriesgado, está dirigida hacia el propio yo, haciendo y actuando en un planear entre ambos impulsos , roces marcados hacia el Tánatos y por aquello de tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, si se ayuda a Atropos a tirar del hilo, éste se corta antes de lo esperado.

      Arriesgar no es lo malo, sino hacerlo sin un fin grande, como el consumidor de marihuana o el amigo de las drogas, como  arriesga el  alcohólico, el deportista de carreras de motos, autos o lanchas. Y juegan con riesgo y la muerte, movidos por un segundo mecanismo psicológico que es la negación, expresado por lo general  con las palabras: “a mi no me va a pasar”, las mismas que expresaron antes los gladiadores en las arenas de los circos romanos, muchos boxeadores que si escaparon de la muerte del cuerpo, no lo hicieron con la del espíritu y ambulan así arrastrando su sonrisa boba por lesiones cerebrales.

      Arriesgar sin sentido de hacerlo en pos de otros es equivocado, pues de una u otra manera, cuando se pierde la vida en el juego del riesgo, no solo se matan ilusiones de otros seres, muchas veces queridos seres, sino se mata la propia ilusión de ser, a pesar de que se diga vivió hasta el mango.-  

       Es cierto que los hombres que triunfan, tienen, entre otras características , la de ser proclives a enfrentar el riesgo, pero esa tendencia no resulta mala cuando está dirigida a mejorar una situación o salvar a otros o sus pertenencias, como el bombero a luchar contra las llamas, el médico al tratar infectocontagiosos , el agente de policía a intercambiar disparos con delincuentes, el periodista que habla temas que fastidian a terceros o la madre que por dar vida a un hijo arriesga la propia con un embarazo que le es perjudicial.

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