Cloto, Láquesis y Atropos eran tres
deidades hermanas griegas que tenían permanentes tareas; la primera de hilar,
la segunda devanar y la tercera cortar peculiar hilado. Por verlas
despreciables en esa labor los gentiles las representaban con figuras de
viejas. Sin embargo gozaban de juventud
perpetua para poder cumplir desde
los albores de los tiempos, al presente su permanente obra, contrapuesta a la
vida de los hilos que hilaban, devanaban y cortaban. Pues aquellos cordeles no
eran otros que los hilos de la vida de
cada uno de los hombres
De estas hermanas, las temidas Parcas,
poco se habla en los mundos generalmente
se los jóvenes, como tampoco tratan entre tantas cosas que no hablan del riesgo.
Muerte y riesgo no se mencionan, no se
analizan, sin embargo con ellas se juega. Ejemplos al canto, los once
deportistas que por un alud perdieron la vida en su intento de escalar el monte
Everest en Nepal, posibilidad de accidente que había sido denunciada días atrás
por un periodista, jugaron con la muerte y riesgo los estudiantes madrileños que
dieron muerte a un pobre trabajador barrendero en Madrid en la parada de un
colectivo; jugaron ese día y lo pensaban repetir en la fecha en que fueron
detenidos.
Juegan con el riesgo esos motociclistas
que pasan raudos entre los colectivos, que se cierran; lo hacen los corredores
de Fórmula I, como los de las II o IV y los automovilistas que pasan autos en
las curvas de las rutas; o los equilibristas que cruzan hilos tendidos en las
carpas de los circos o entre altos edificios; y lo juegan los clavadistas desde
los riscos.
La lista es larga como corta es la explicación
de la razón, la fuerza, el impulso que conduce a actuar con riesgo, bajo
peligro, en proximidad de algún daño o producirse un mal. La palabra la tiene
la psicología, que nos señala, en primer
lugar que actuamos llamados por los
impulsos contrapuestos, el Eros de la
vida y el de Tánatos muerte, el
primero busca el placer, el segundo el regreso al estado orgánico. Ambos
impulsos se presentan en la agresión, pero esta agresión, en los casos del
arriesgado, está dirigida hacia el propio yo, haciendo y actuando en un planear
entre ambos impulsos , roces marcados hacia el Tánatos y por aquello de tanto
va el cántaro a la fuente que al final se rompe, si se ayuda a Atropos a tirar
del hilo, éste se corta antes de lo esperado.
Arriesgar no es lo malo, sino hacerlo sin
un fin grande, como el consumidor de marihuana o el amigo de las drogas, como arriesga el
alcohólico, el deportista de carreras de motos, autos o lanchas. Y
juegan con riesgo y la muerte, movidos por un segundo mecanismo psicológico que
es la negación, expresado por lo general
con las palabras: “a mi no me va a pasar”, las mismas que expresaron
antes los gladiadores en las arenas de los circos romanos, muchos boxeadores
que si escaparon de la muerte del cuerpo, no lo hicieron con la del espíritu y
ambulan así arrastrando su sonrisa boba por lesiones cerebrales.
Arriesgar sin sentido de hacerlo en pos
de otros es equivocado, pues de una u otra manera, cuando se pierde la vida en
el juego del riesgo, no solo se matan ilusiones de otros seres, muchas veces
queridos seres, sino se mata la propia ilusión de ser, a pesar de que se diga
vivió hasta el mango.-
Es cierto que los hombres que triunfan,
tienen, entre otras características , la de ser proclives a enfrentar el
riesgo, pero esa tendencia no resulta mala cuando está dirigida a mejorar una situación o salvar a
otros o sus pertenencias, como el bombero a luchar contra las llamas, el médico al tratar infectocontagiosos ,
el agente de policía a intercambiar disparos con delincuentes, el periodista
que habla temas que fastidian a terceros o la madre que por dar vida a un hijo
arriesga la propia con un embarazo que le es perjudicial.
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