Los diarios Pravda e Itvezia en la ex
URSS fueron los mejores inductores para fabricar pobreza, a punto tal que Rusia
poseyendo tierras tan o más fértiles que las nuestras, fue el constante
comprador de cereales en el mercado mundial, a la vez que con sus mentiras y
falta de noticias mantenían a los habitantes desconectados del mundo. La
importancia de los medios para inducir comportamientos es tan grande que
durante la Segunda
Guerra Mundial los aliados mantenían emisiones para los
pueblos dominados por los nazis y los sometidos por los japoneses, proceder que
se convirtió en una quinta columna que penetraba en los dominios de los
dominadores. En nuestro país la lucha contra el peronismo encontró en la prensa
libre las voces críticas que minaban la
propaganda gubernamental. Hace tiempo los ideólogos rojos comprendieron esa
necesidad por eso en la guerra de la década del 70 tuvieron sus periódicos. En
Cuba la antes exportadora de azúcar, hoy la encuentra racionada, pues
desinformados por los periódicos castristas, sus hombres desmotivados trabajan
las tierras confiscadas, con máquinas
obsoletas, transportando los productos de la zafra, en viejos camiones, por no más jóvenes
caminos.
Acá en nuestro país, si en la época de Irigoyen se editaba un diario para mantener informado sesgadamente al presidente,
hoy se imprimen miles de páginas para mantener informada
sesgadamente a una gran masa de habitantes. La Fundación Konrad
Adenauer en tiempos cercanos estableció que en nuestro país el 68%
de los periodistas tienen ideas de izquierda, situación que ha favorecido la crítica tanto a
las empresas privadas nacionales, como las extranjeras o las multinacionales,
además de patrocinar esperar todo del Estado Benefactor, creando un electorado proclive a votar dirigentes
con esas ideas, en total línea con las que en las facultades estatales
generalmente se difunden, para así ir
teniendo medios que cumpliendo mal el arte de informar, coadyuvan a la
fabricación de pobreza por medio de estas tres consecuencias: alejan a los
inversores extranjeros, espantan a los que pueden producir riqueza, apoyan el incumplimiento de la defensa de los
derechos inalienables y no sostienen la necesidad de poner límites al
poder. El Congreso desde tiempo
atrás ha votado poderes extraordinarios
para el Ejecutivo Nacional, en total discrepancia con el artículo 29 de la Constitucional que
expresamente veda tanto ese otorgamiento de facultades extraordinarias, como de
supremacías por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos
queden en manos de gobiernos o persona alguna. Actos de esa naturaleza llevan
consigo una nulidad insanable, y sujetarán a los que las formulen o las
consientan o firmen, a la responsabilidad y pena de los infames traidores a la Patria.
Ciertos medios tienden a dirigirse y
abroquelarse adonde calienta el sol, posición en las antípodas que sostuvieron
desde el siglo XIX grandes diarios como La Capital
(1867), (La Prensa
(1869), La Nación
(4-01-1870), Los Andes (1882), El Día (1884), La Nueva Provincia
(1898), fueron creados para sostener la defensa de las bondades democráticas y
señalar los límites del gobierno en sus tres ramas.
Hoy sin embargo la situación está perturbada,
porque más que sostener un ideario, los Judas de la información, buscan
sostener imágenes gubernamentales favorables, favorecidos porque muchos
gobiernos han aprendido y mejorado la lección del ministro nazi de propaganda e información Joseph Paul Goebbels del III Reich, que
expresaba miente, miente, que algo quedará. Pero los métodos son menos
cruentos, la propaganda oficial dada o retirada sirve para suavizar muchas
cabezas a tal punto que si antes se escribía un diario para mantener informado sesgadamente
al presidente ahora se editan miles para
mantener informado sesgadamente al
pueblo.
En nuestro país el martirio de la prensa argentina
comenzó con el decreto del 16 de diciembre de 1941, estableciendo el “Estado de
sitio” que puso en marcha la persecución de la prensa opositora. El gobierno
del presidente Ortiz se sintió molesto por la posición de los diarios pro EEUU
y de censura al gobierno nipón, ante el ataque que cuatro días antes Japón
había perpetrado sin declaración previa de guerra, a la base naval estadounidense de Pearl
Harbor, hecho que provocó la entrada del coloso del norte en la Segunda Guerra
Mundial. Ese mismo día 16 la policía
federal por orden oficial, se dirigió a los directores de los diarios
señalándoles que “debían de abstenerse de comentar la medida que acababa de
adoptar el P.E., así como toda apreciación sobre la situación internacional y
de cualquier publicación que pueda perturbar la tranquilidad interna” como lo
expresa: Sánchez Zinny, . en su libro El culto
de la infamia Buenos Aires 1958. Página 188
Después para amordazar a los que luchaban por la civilización contra la barbarie nazi, se continúo con la clausura de diarios, secuestros de ediciones y prohibición d circulación. Medidas en total discrepancia con las disposiciones constitucionales (artículo 14 derecho a publicar sus ideas por la prensa sin censura previa) Medida que luego se acentuará con la reglamentación de 1943, la matriculación de periodistas de 1944, la Subsecretaría de Informaciones y Prensa - calco del Ministerio de Información Pública y Propaganda del III Rreich – que tenía su brazo ejecutor en la Comisión Bicameral de Investigaciones de la mano de los diputados peronistas Visca y Decker. Posteriormente la situación mejoró a partir de 1955 con la caída de Perón, surgiendo cada tanto especialmente en los períodos de gobiernos de facto, la censura o presión a la prensa, teniendo su pináculo en el gobierno del doctor Alfonsín que por el decreto 2.049/85 establece un verdadero Estado de Sitio unipersonal, pues el único privado de la libertad fue el periodista Daniel Lupa, medida oficial que coartaba la libertad de prensa, aduciendo una conmoción interior inexistente, por ende sin ninguna perturbación que ponía en peligro
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