El actual reclamo de los hombres dedicados a las actividades
agropecuarias es una tempestad que recordémoslo tuvo origen en los malos
vientos de 80 años atrás, pues el 19 de
enero de 1932, el doctor Raúl Prebish - como subsecretario - llevó a la firma del
general José F. Uriburu el decreto-ley que establecía por la “emergencia
nacional” el impuesto a los Réditos que regiría por tres años.
Tiempo después se revisó en el Senado de la Nación el 14 de mayo de
1932, girando el debate entre otros puntos en ponderar su
constitucionalidad y la forma de
repartirlo entre las Provincias y la
Nación.
En la discusión parlamentaria se
escucharon voces que anticipaban; “que la consecuencia de este impuesto a los
Réditos será el empobrecimiento de las provincias, el desquicio de sus rentas y
entonces tendrán que venir a mendigar al gobierno central que las sustituya en
el cumplimiento de los servicios” y “que
era una ley suicida de las provincias”; “que el desequilibrio del presupuesto no justificaba
la creación de un impuesto anticonstitucional”, “que el impuesto agravaría las
dificultades económicas que sufría el país”, “que conspiraba con el espíritu de
la Constitución
al abolir las autonomías provinciales”·.
Se señalaba también que no estaban reunidos los recaudos
constitucionales para establecerlo a saber defensa, conmoción y que además
correspondía solucionar el déficit presupuestario achicando los gastos de la
administración pública, vendiendo o locando tierras de propiedad nacional, o
privatizar el subsuelo colectivizado, o eliminando los corruptos bancos
oficiales. Votaron contra su aplicación estos visionarios: Palacios, Ceballos
Reyes, Matienzo, Eguiguren, Laurencena, Bravo y Rothe.
Aquel
impuesto de emergencia que debía caducar el 31 de diciembre de 1934, empeorado
en su naturaleza constitucional, está vigente
78 años después como Impuesto a las Ganancias. Hoy como ayer las
provincias ante el poder central, deben mendigar que les den los dineros que
les pertenecen.
Es
hora que los legisladores provinciales tanto diputados como senadores, atiendan
la libertad, la propiedad, la vida y la búsqueda de la felicidad de sus
provincianos, y no el tren bala, el cohete para vuelo transpolar, un nuevo
avión presidencial, o el bienestar de una kakistocracia que no trabaja ni deja
trabajar, que usa la libertad para someter a la ciudadanía, que tiene para su
beneficio la propiedad estatal, que pasa una buena vida farandulesca, buscando
cada tanto cubrir sus frondosos gastos con impuestos confiscatorios como las
retenciones, regresivos como el IVA que
empobrece a los de bajo recursos y a los pobres los hace indigentes; en
síntesis legisladores provinciales que restituyan a sus provincias los recursos
que por la Constitución
le pertenecen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario