Reconocer los errores y crímenes cometidos por los
sectores en lucha durante el Proceso contribuirá a superar odios y divisiones.
Editorial del diario La Nación del domingo 13 de mayo de 2012
Convocados por la Asociación de Abogados
por la Justicia
y la Concordia,
participaron el lunes pasado de un panel seis personas con actuaciones
antagónicas o diferentes, relacionadas con la violencia de la década del
setenta. En la mesa se sentaron dos ex guerrilleros, uno del ERP, Jorge
Masetti; otro de Montoneros, Luís Labraña; dos militares que participaron en la
lucha antisubversiva, Emilio Nanni y Rodolfo Ritcher; una hija de
desaparecidos, Eva Donda, y otra de un militar secuestrado durante el
copamiento del cuartel de Azul y muerto por el ERP, Silvia Ibárzabal.
El debate fue
seguido por más de 600 asistentes en la sala Borges de la Feria del Libro. Hubo
opinión coincidente entre los panelistas así como entre los asistentes de que
el debate fue un aporte positivo al reconocimiento de la verdad, y de los
errores y crímenes cometidos de ambos lados. Todos coincidieron en que así se
contribuye a encontrar los espacios para la concordia y para superar odios y
divisiones que atan a un pasado y que impiden el esfuerzo común que el futuro
reclama.
Los dos ex
guerrilleros expresaron con franqueza que habían tomado las armas para matar o
morir y que su objetivo era llevar la revolución al poder. Les era indistinto
tanto enfrentar a un gobierno de facto como a uno constitucional.
En su momento,
ellos justificaron la violencia contra las personas y las instituciones en pos
de instaurar una dictadura marxista en la Argentina. El modelo
cubano estaba en la conducción y en el propósito de aquella lucha. De hecho,
Masetti, hijo de un famoso guerrillero de los sesenta, había sido criado en
Cuba y desde los servicios de inteligencia de Fidel Castro planificaba y daba
apoyo a los movimientos guerrilleros latinoamericanos. Desde allí participó en
el apoyo militar a la guerra angoleña y también desde allí fue enviado al ERP
en la Argentina. Sus
palabras no dejaron lugar a dudas del carácter de aquella guerra
revolucionaria, con ejércitos organizados y apoyados desde el exterior que
atacaron al Estado argentino.
Los militares del
panel mostraban sobre sus propios cuerpos el saldo de su participación en la
lucha. En ambos casos fueron heridos en enfrentamientos abiertos, uno en la
selva tucumana, el otro en la defensa de La Tablada. Por esos
hechos deben enorgullecerse y así lo expresaron; no obstante, asumieron en sus
reflexiones los crímenes de la guerra en el otro frente: el de la
clandestinidad y el de las desapariciones. Así como el ejército argentino se
enfrentó valientemente respetando las reglas de la guerra cuando el oponente
tomó la forma de la guerrilla rural o atacó unidades militares, también se
encontró con un conflicto diametralmente distinto frente al terrorismo urbano.
Fue el desborde de las organizaciones armadas en este tipo de teatro de
operaciones lo que llevó al extremo su desafío en contra del Estado y de la
sociedad. Esto motivó en 1975 la convocatoria de un presidente constitucional a
las Fuerzas Armadas para asumir la defensa que esa sociedad reclamaba. Pero el
método elegido para responder a aquel clamor no fue el que correspondía. La
represión fuera de la ley no puede justificarse alegando su legitimidad porque
se actuó en defensa de las instituciones, ni por la efectividad y rapidez
buscada en los resultados, ni por el carácter clandestino del atacante. Tampoco
alcanza la excusa del antecedente fallido de la Cámara Federal en
lo Penal, desmantelada por un gobierno constitucional asociado a la guerrilla y
con el lamentable acompañamiento de buena parte de la clase política.
La acción del
Estado y sus fuerzas armadas nunca debió apartarse de la ley, o en su caso de
los códigos de justicia militar. Las recientes revelaciones de Jorge Rafael
Videla sobre la metodología aplicada y sus razones sólo dejan espacio para el
más absoluto rechazo, aunque tal vez puedan contribuir a que toda la verdad
emerja a la superficie y a partir de allí ambos bandos hagan reconocimiento
pleno de sus culpas, y se avance hacia la concordia.
Los militares
participantes en el panel defendieron con fundamento la acción de las Fuerzas
Armadas, aunque también reconocieron los errores cometidos y se lamentaron por
ellos. Quedó claro para todos los panelistas que no cabe la aplicación de la
justicia a sólo uno de los bandos de aquella guerra.
Se dijo que esto
suena a venganza más que a justicia y que de esta destructiva confrontación no
se sale con una justicia asimétrica, apoyada en la declaración de
imprescriptibilidad y de lesa humanidad sólo para los crímenes de la represión.
Las exposiciones
de Masetti y de Labraña dejaron en claro el carácter internacional y organizado
de las fuerzas irregulares atacantes a las que pertenecían. Esto deja fuera de
toda duda, de acuerdo con la jurisprudencia internacional, que les alcanza
también la tipificación de crímenes de lesa humanidad. Las alternativas hacia
adelante son: darle la simetría faltante a la persecución judicial
extendiéndola a los ex guerrilleros y de esa forma seguir revisando el pasado,
o superarlo y mirar hacia adelante. El camino sugerido por los panelistas fue
el de la superación. Las palabras finales de Labraña fueron: "O trabajamos
todos juntos o desaparecemos como sociedad".
No hay comentarios:
Publicar un comentario