Falta en los cacerolazos una propuesta que seduzca,
que convenza, que entusiasme a los miles de indignados, para llevar a la gente
a mostrar que lo cacerolazos son la respuesta indignada de la mayoría afectada por un modelo que ha
hecho tabla rasa de los derechos ciudadanos establecidos en la Constitución, como
son el derecho a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la
felicidad. Cada uno sentirse un “indignado” con el modelo que incrementó la
pobreza, la indigencia, la inseguridad, la inflación, el miedo y puso al país fuera del mundo económico.
Esa muestra debe ser numerosa en las plazas importantes de las ciudades y
concretadas en jornadas no mayores de una hora y media (18:30 a 20:00), sin
banderas partidarias y que se finalizarían cantando el Himno Nacional.
En su desarrollo deben estar ausentes las groserías,
los gestos procaces, los cánticos con malas palabras, los afiches bastardos,
para mostrar que los indignados, tienen otras formas de comunicación y una propuesta para retomar el camino de la Republica perdida con el
modelo de la Constitución
de 1853, sin las reformas del 55 ni del 94,
Un modelo invitando a constituir la unión nacional,
afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común,
promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para
nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que
quieran habitar en el suelo argentino; invocando la protección de Dios, fuente
de toda razón y justicia.
Un modelo donde prime el no hacer a los demás lo que
no deseamos que ellos nos hagan a nosotros.
Todo al son de las cacerolas, hechas parches de
tambores republicanos y gargantas pidiendo constitucionalidad gubernamental.
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