Retransmitir excelente artículo de la señora Malú Kikuchi
“Dios
prefiere gente corriente, por eso ha hecho tanta”. Abraham Lincoln
El jueves 7/6/2012, en Buenos Aires,
capital de Argentina, hubo un cacerolazo difícil de calificar. No fue “el”
cacerolazo que obligó a renunciar a De la Rúa, pero tampoco
fueron cuatro gatos locos; fue gente enojada, molesta, dispuesta a
decirle al gobierno que no está haciendo las cosas bien.
La gente, esa gente del jueves por la noche,
quiere que el gobierno cambie el modelo (salvo el hecho de intentar parecernos
a Cuba, imposible de averiguar cuál es), quiere vivir de otra manera. No había
un solo reclamo, eran muchos y variados. Desde el cartel del chico que escribió
“se puede pensar distinto”, al que requería seguridad o libertad para comprar
dólares, o instituciones funcionando, o un INDEC creíble, o basta de inflación.
Nadie los arreó como si fueran
ganado, nadie tuvo que pasar lista ni se vió amenazado de perder el plan si no
asistía, no los llevaron en ómnibus contratados, fueron porque querían
expresarse. Con libertad y en libertad.
La gente, esa gente del jueves por la
noche, dicen que eran de clase media y media alta. ¿Y? Era gente. Gente que
votó y que votará en las próximas elecciones. Gente que con sus impuestos paga
los sueldos de todos los que componen el estado. Gente. Personas. Individuos.
Ciudadanos con derechos y obligaciones, que probablemente cumplen con todas sus
obligaciones y se les desconocen casi todos sus derechos. Gente.
El DRAE dice que gente es:
“pluralidad de personas”. Y agrega, “cada una de las clases que pueden
distinguirse en la sociedad, gente del pueblo, gente rica, gente decente”. Y no
importa a qué clase pertenecen, son GENTE.
Gente que se animó a salir en una
noche extremadamente fría, convocada a través de internet, sin consignas fijas,
ni partidos políticos, ni líderes sociales. Gente, Simplemente, gente. Algo tan
importante y peligroso como gente
decidida a no ser más espectadora de un país que se cuartea cual pintura vieja
y empieza a descascararse. Gente dispuesta a gritar que quiere vivir otra vez
en la república que fuimos y nunca debimos dejar de ser.
No sé si la presidente siguió el
cacerolazo por televisión. Lo pasó un solo canal de noticias, TN, obviamente
del “mentiroso” multimedio Clarín. El jueves también fue el día del periodista.
Los periodistas televisivos no hicieron honor a su profesión. Probablemente los
medios en los que trabajan no se lo permitieron. Pero para vergüenza nuestra,
Patricia Janiot de CNN, desde Atlanta decía: “Habrá que preguntarles a los
periodistas argentinos, porqué no cubren los cacerolazos y nosotros, si”.
Si la presidente vio y entendió el
mensaje, bien, no será necesario repetirlo. El mensaje es claro, nadie quiere
derrocar ni destituir a nadie, la democracia es una meta alcanzada a la que los
argentinos no vamos a renunciar de ninguna manera. Pero la democracia ha de ser
republicana, con respeto por las libertades individuales, con estado de
derecho, de acuerdo a lo que establece la Constitución Nacional.
Si el rumbo está equivocado, hay que rectificarlo. Y el rumbo está muy, pero
muy equivocado. Y si no entendió, habrá
cada vez más y mayores cacerolazos.
Fue sabio de parte de la presidente
no permitir un contra cacerolazo. Los enfrentamientos son crueles y totalmente
inútiles. A la larga urden su venganza.
Fue sabio que a Daniel Reposo lo hicieran renunciar a un puesto para el
que no estaba preparado. Y esto también se le debe a la gente, gente que siguió
el papelón de Reposo en el senado. La gente, no sólo los senadores, decidieron
que el candidato a procurador general de la nación, era impresentable (como
candidato, no se habla de él como persona).
Si la presidente no descalifica a los
“caceroleros” por vivir en determinados barrios, que ella comparte, ya que sus
propiedades están situados en los lugares más caros de la ciudad, y acepta esa
vieja norma de 1912 de Roque Sáenz Peña, “un hombre (o mujer, no es cuestión de
ir a dar explicaciones al INADI), un voto”, y admite que alguien de Barrio
Norte, Caballito, Palermo o Recoleta es un votante con el mismo derecho que el
de la villa 31, o Fuerte Apache, quizás todo no esté perdido.
De hecho, nada está perdido desde que
la gente, la que sea, empieza a tomar conciencia, deja la comodidad de su casa
y sale a defender sus derechos. Como decía Neustadt (el 7 también fue el
aniversario de su muerte), por ahora alguna gente deja de ser habitante y
empieza a recibirse de ciudadano. Y si Cristina es sorda al reclamo de la
gente, a esta gente se le sumará más gente, hasta que la gente en la calle sea
mayoría. Y cuando la gente sale a la calle, es muy difícil que vuelva a entrar.
Lo único que falta es una propuesta
que seduzca, que convenza, que enamore, que entusiasme. La gente está dispuesta
a seguirla. Parece increíble que en 40 millones de habitantes nadie tenga a
mano una propuesta así. Recurriendo al viejo poema del Mío Cid, y comparando a
gente del jueves con el Campeador, se podría decir: “¡Dios, tan buen vasallo si
tuviera buen Señor!”
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